Hablar de liderazgo es algo que está muy de moda en nuestros días. Las universidades e instituciones de educación, explotan la imagen del líder para atraer a sus futuros prospectos. En las empresas y en los negocios se busca tener gente que pueda tomar decisiones acertadas que produzcan una ganancia para los intereses de las organizaciones. Es como una fiebre para poder encontrar a aquellas personas que indiquen el mejor camino hacia el éxito. Sin embargo, el liderazgo no solamente debe de verse en los negocios altamente productivos, sino que debe darse en todos los detalles de la vida.
Por esto el líder no se crea en las universidades, sino que nace en las familias, en los hogares, en la Iglesia. Es allí, donde se imparten las primeras nociones sobre los valores, que nacen los líderes del mañana. Desgraciadamente este concepto no es muy claro en el núcleo familiar y mucho menos dentro de la Iglesia. Habría que recordar que ser cristiano implica un compromiso muy grande para ser líderes. Jesús, cuando multiplicó los panes y los peces, primero se lo encomendó a Felipe, y al ver que no tuvo una respuesta positiva tuvo que actuar Él. Y así, en muchos pasajes bíblicos se trata el tema del liderazgo. “Hombres de Galilea, que hacéis viendo el cielo”, dicen los ángeles a los apóstoles animándolos a empezar a poner manos a la obra.
San Josemaría Escrivá de Balaguer comprendió muy bien este mensaje y lo plasmo en una serie de reflexiones, dentro de su libro Camino, donde invitaba a las personas a cambiar de vida, para que pudieran en cierta forma, sacar lo mejor de cada una de ellas, pulir el diamante que todos llevamos adentro; buscar siempre el camino de la santidad, inspirados en el Amor de Dios. San Josemaría lo sabía muy bien; sabía de nuestra condición humana, pero también de nuestro destino divino; sabía sobre las dificultades del camino, pero también sobre la ayuda que recibimos del cielo. Alguna vez escribió: “Mira, las dificultades – grandes y pequeñas – se ven enseguida…, pero, si hay amor, no se repara en esos obstáculos, y se procede con audacia, con decisión, con valentía.
Ante los grandes retos que hoy enfrentamos como sociedad, como iglesia, como familia, es urgente que aspiremos a ser cristianos comprometidos con los nuestros, a ser líderes que busquen conducir, empujar, jalar a los que nos rodean para transformar nuestra sociedad. Y solamente podremos lograr esto cuando nuestro carácter nos ayude a realizar las grandes obras, pero también a buscar en los pequeños detalles nuestra santificación.
Es por eso que busco con las siguientes líneas tratar de convencerte de que el cambio es posible y que depende de ti. Que tu carácter puede servir de modelo, de inspiración para otros. Que la felicidad y tus sueños no están vedados o condicionados por un destino azaroso, sino que es el producto del trabajo y de la fe; de la esperanza y la caridad.
Por todo lo anterior mi deseo es que puedas sentir las palabras de San Josemaría, puedas hacerlas tuyas, puedas encontrar la llave maestra que te permita abrir las puertas que te conduzcan a la felicidad. Y para ello es necesario saber si tu carácter es un obstáculo o una ventaja en tu vida, de manera que puedas cambiar aquello que no te ayude y
fortalecer lo que sí.
Oro con todo mi corazón a San Josemaría para que interceda por ti y los tuyos, a fin de
que encuentres la felicidad en la santidad.
Miguel Angel Montaño Ramos, Mi carácter: obstáculo o ventaja en mi vida,
Editorial Católica Mundial.
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