viernes, 22 de febrero de 2013

ÉTICA 9° - TALLER 1: LA CONCIENCIA


TALLER No. 1
LA CONCIENCIA
Todo ser humano en su relación con los demás, se enriquece y enriquece a los otros con su capacidad de comunicación hecha en un marco de respeto y sinceridad. Dentro de las dimensiones del hombre y de la mujer, hay una de gran significación e importancia para nosotros: la trascendente. El mundo moderno está dando una importancia fundamental al sentido de la responsabilidad. Estamos pasando de un modo de existir rígidamente estructurado a base de tenciones sociales, hacia una nueva manera de enfrentarnos con la existencia, de resolver los interrogantes más profundos del hombre, de una nueva concepción de entender lo que es la conciencia.
Vamos ahora a leer los siguientes refranes:
Busca los mejores bienes, que dentro de ti los tienes
Cuida más tu conciencia que tu inteligencia
Ma buena conciencia es madre de las obras buenas
La mejor almohada es la conciencia sana
Más vale conciencia que ciencia
No engendra conciencia quien no tiene vergüenza
Plata es la ciencia y oro la conciencia
Una buena conciencia es una continua fiesta

Vuelve a leer los refranes y trata de identificarte con uno de ellos
¿Por qué te hace gracia el refrán o el proverbio? ¿Por qué te llama la atención?
Trata de buscar el refrán o proverbio que está en la raíz de la mentalidad de la sociedad y cuáles son los impactos en la juventud.


Conciencia y conciencia moral: Con la palabra conciencia entra en el lenguaje un término que, en general, goza hoy de gran estima y es considerado uno de los conceptos clave del ethos actual. En una sociedad pluralista y, en parte, secularizada como la nuestra, constituye un tema siempre recurrente en la mayoría de las ramas del saber, un fenómeno que no puede ser soslayado ni siquiera por las teorías que reducen o rechazan la responsabilidad individual de la persona. No obstante, frente a quienes la exaltan como el máximo exponente de la autonomía moral y del carácter inviolable de los derechos humanos, otros muchos atribuyen su vigencia y relevancia al hecho de que funciona como órgano de adaptación, como factor de manipulación o de simple proceso de socialización. Se trate de ocaso o de alborada de la conciencia, una cosa es cierta: no existe una terminología unívoca, ni una definición admitida por todos, ni una opinión unánime sobre lo que con ella se quiere expresar. Más aún, cabe afirmar que no es Posible definirla, por tratarse de un concepto que abarca diversos estratos del psiquismo humano y representa una instancia de difícil interpretación.

Esbozo histórico

1. La antigüedad grecorromana. Ya los escritos egipcios hablan de una instancia que tiene su sede en el interior del hombre, sigue su conducta con mirada crítica y, llegado el caso, le reprende. Serán los griegos quienes utilizan el término syneidesis (Demócrito), como sinónimo de saber o entender. En virtud del subsiguiente proceso, la syneidesis se decanta de saber referido a contenidos morales a facultad espiritual en la que resuena la voz de Dios; Aristóteles, al subordinarla a la razón, la entiende como una instancia para conocer los principios morales y aplicarlos a cada caso particular; los estoicos, a su vez, la identifican con la razón (logos) del hombre, que es la chispa del logos del mundo. En resumen, el concepto syneidesis (que Cicerón reproducirá literalmente con la palabra cumscientia) evoluciona así hacia una noción notablemente marcada por las características de subjetividad (subjetivismo), interioridad y referencia al mundo lógico-racional y al mismo tiempo divino.

2. El mundo bíblico: El Antiguo Testamento, al igual que las religiones antiguas, carece de un vocablo específico, ya que las experiencias relacionadas con la moralidad suelen expresarse mediante los órganos internos de la persona. En este sentido, el ->corazón (850 veces en el Antiguo Testamento) es la sede de los pensamientos y sentimientos, es el centro del itinerario ético-religioso del pueblo de Dios y de cada uno de sus miembros en el horizonte de la alianza. La conducta humana tiene su fuente en las decisiones del corazón, aunque siempre en el seno de la tradición comunitaria. En el contexto de esta tradición, Pablo (Nuevo Testamento) toma de la filosofía popular el término syneidesis (aparece 31 veces en los escritos paulinos), y traduce las enseñanzas bíblicas a las categorías populares del mundo helenista. Cruce de la tradición grecorromana y la bíblica, Pablo propugna el estatuto de la conciencia moral antecedente y de la conciencia norma, con el que se encuentra íntimamente relacionado el discernimiento moral, así como el estatuto de la conciencia moral subjetiva (cf 1Cor 8-10; Rom 14), despojando así al razonamiento de la conciencia de cualquier carácter mítico. Para Pablo la conciencia es una magnitud subjetiva cuyo imperio en el orden moral es la dependencia ante Dios. Quizás la identificación entre conciencia y fe sea el rasgo más característico de la intuición paulina.

3. De la patrística a la teología medieval: La tradición cristiana mantiene, con las lógicas variaciones y matices, las dimensiones de la concepción bíblica de la conciencia. A pesar del cada vez más recurrente influjo del pensamiento platónico y estoico, los Padres de la Iglesia subrayan, sobre todo, el carácter espiritual de la conciencia en cuanto foco interior del que irradia toda la actividad ético-religiosa del cristiano que vive según el Espíritu. Dentro de la concepción global y unitaria que ofrece, la tradición occidental acentúa, a partir de Agustín, su carácter moral. Desde el siglo V se produjo en el mundo occidental un grave eclipse de la conciencia y durante el milenio siguiente no afloró una teoría o una doctrina sobre el particular. Ni siquiera la escolástica juzgó necesario, en un primer momento, dedicar al tema un estudio detallado.

4. Los tiempos modernos: El tema de la conciencia pasa a ocupar un puesto importante en el corazón mismo del proceso histórico que desemboca en el divorcio entre Iglesia y mundo moderno. Paradójicamente es en este período cuando se reivindicará la identidad y derechos de la conciencia por monarcas y obispos, por filósofos y teólogos, por ciudadanos de a pie y por científicos, por herejes y por ortodoxos. La cosa empezó con Martín Lutero, que rechazó la doctrina escolástica tradicional sobre la conciencia por considerarla poco religiosa y poco realista. La situación perdurará hasta el siglo XX: la imperante moral casuística cae en un estéril legalismo; la grandiosa tradición bíblico-teológica es asumida y secularizada por el pensamiento profano, y la serie de acontecimientos que caracterizan estos siglos (->humanismo, descubrimientos, persecución de herejes y disidentes, conjuro de la personalidad, individualismo...) exacerban el interés por la conciencia que, despojada de todo anclaje teológico, emerge como la autoridad por antonomasia y es declarada radicalmente autónoma y libre.

El hombre moderno, pues, otorga una importancia decisiva a la conciencia y la vivencia como una interpretación que se hace a  sí mismo desde el propio yo. Volviendo a la paradoja, está muy arraigada la sospecha de que la refundación y alta estima de la conciencia nace de una insubordinación religiosa y de un prometeico alucinado; pero en realidad surge en el contexto de una antropología pesimista y de una moral desencantada. En un primer momento, el iluminismo francés y el idealismo alemán la exaltan como buena y fuera de toda sospecha (Rousseau, Kant, Fichte); pero muy pronto muchos pensadores muestran sus recelos acerca de su fiabilidad (Schopenhauer), la consideran una instancia insegura, a la que es preciso orientar según criterios objetivos sistematizados en el Estado (Hegel), o simplemente un fenómeno propio de almas enfermas (Nietzsche). En resumen, debido a los excesos de la revolución francesa y a los horrorosos crímenes perpetrados en nombre de la conciencia, durante los dos últimos siglos, se mantiene vivo el fuego cruzado de interrogantes, acusaciones y posiciones.

M. Moreno Villa (dir), Diccionario de Pensamiento Contemporáneo,
San Pablo, Madrid, 1997


Actividad

1. Identifico las palabras desconocidas o de difícil comprensión y busco su significado en el diccionario.
2. Elaboro un cuadro sinóptico que exprese el desarrollo histórico del concepto conciencia.
3. ¿Qué papel juega la conciencia en el actuar cotidiano del ser humano?
4. Escribo mi propio concepto de conciencia

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