LECTURA:
EL SENTIDO DE LA VIDA
Si queremos
otorgar al vocablo sentido todo su alcance, hemos de distinguirlo
cuidadosamente del término significado.
Para captar el sentido de una acción basta analizar esta en sí misma. El
sentido sólo se nos alumbra cuando tomamos cierta distancia y contemplamos una
acción o realidad en su contexto. El sentido presenta una condición relacional.
Por ser relacional, el sentido es cambiante; puede incrementarse o amenguarse,
adquirir nuevos matices o tornarse más elemental y tosco. Si deseo dominar una
realidad, tiendo a rebajarla a condición de objeto, de medio para mis fines
interesados, no a verla en toda su complejidad, como un mundo de relaciones.
La mirada
contemplativa, respetuosa, colaboradora ve, por ejemplo, el pan y el vino como
el fruto de una confluencia múltiple de elementos: campesino, semillas, cepas,
tierra, lluvia, viento, sol... El sentido de los términos pan y vino se
enriquece al máximo merced a esta forma relacional de ver. El que sólo ve en el
pan un medio para saciar el hambre no altera su significado básico, pero
amengua la amplitud de su sentido1. La comprensión de los términos
fundamentales de las disciplinas que estudian el enigma del ser humano, pende
no sólo de nuestro grado de inteligencia y preparación, sino también, y no en
último término, de nuestra actitud ante la vida: actitud dominadora y
prepotente, o bien respetuosa y solidaria.
I. EL
SENTIDO BROTA EN EL PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL: La cuestión
del sentido surge con el ser humano. El animal no necesita planteársela. Tiene
que desarrollarse, pero su desarrollo está predeterminado con firmeza
implacable por la especie. Por eso no puede equivocarse nunca al actuar. Le
basta seguir sus instintos para asegurar su pervivencia y la de la especie. El
ser humano debe también crecer por ley natural, pero tiene el privilegio de
saberlo y de precisar el modo de llevarlo a cabo. El hombre es un ámbito, no un
mero objeto, y se desarrolla como persona creando nuevos ámbitos a través del
/encuentro. El encuentro es fuente de luz y de sentido. Al encontrarme con
otras personas y formar comunidades, siento que configuro mi vida de forma
ajustada a las exigencias de mi realidad personal, a lo que ya soy y a lo que
estoy llamado a ser.
Esta llamada
es mi vocación y misión. Cuando mis opciones fundamentales, mis hábitos y mis
actos se orientan hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, la
marcha de mi existencia se realiza en el sentido adecuado, en la dirección
justa. En la misma medida tiene sentido. El sentido no es algo que el hombre
pueda tener estáticamente, como un objeto; lo adquiere y posee dinámicamente,
al entrar en relación creadora con otras realidades.
El ser
humano, por bien dotado que esté en cuanto a potencias, no puede ser creativo a
solas. Tanto en el nivel biológico como en el espiritual, la fecundidad es
siempre dual. Cualquier actividad, aun la más intensa, sólo puede tener sentido
cabal si asume activamente ciertas posibilidades que le vienen dadas de fuera.
Aprendo un poema de memoria; lo declamo una y otra vez, fraseando de modo
distinto, alterando los ritmos, buscando el ajuste perfecto de forma y fondo...
Muy pronto sentiré que el poema me pertenece, aun siendo distinto de mí. Dejó
de serme distante, externo y extraño para hacérseme íntimo. Ahora ya no me
viene dictado de fuera; lo proclama mi voz interior, y yo participo de él
creadoramente. Lo configuro al dejarme configurar por él.
II. EL
SENTIDO DE LA VIDA Y LA LIBERTAD VERDADERA: Nuestra vida
se desarrolla y adquiere, por ello, sentido cuando cumplimos el deber de elegir
en virtud del ideal verdadero de nuestra existencia. Ese ideal viene dado por
la creación de formas valiosas de unidad con las realidades circundantes. Al
elegir de este modo, comenzamos a ser libres, por cuanto tomamos distancia de
nuestras apetencias inmediatas, sobrevolamos la situación y optamos en virtud
de una realidad distinta de nosotros y sumamente valiosa. Si ese deber que
asumimos lo consideramos como algo impuesto desde el exterior, nuestra libertad
interior es todavía incipiente: nos liberamos del apego a nuestras apetencias,
pero permanecemos sumisos a una instancia externa y ajena.
Mas, cuando
llegamos a amar ese ideal, lo interiorizamos de tal forma que lo sentimos como
una exigencia interior. Con ello, nuestra elección a favor del ideal gana
espontaneidad y la libertad interior se hace perfecta. Uno se torna
transparente al ideal. Este se hace presente en toda nuestra actividad. Tal
presencia transfigura nuestro ser y actuar y lo colma de sentido. Nuestra vida
tiene pleno sentido cuando no necesita tender hacia el ideal, porque este se ha
convertido ya en su más íntima razón de ser y en el impulso de su acción. El
ideal juega entonces la función de valor supremo, el que aúna dinámicamente
todos los demás como una clave de bóveda.
III. EL
SENTIDO Y LA RESPONSABILIDAD: El sentido de nuestra vida brota cuando somos
responsables, en el doble sentido de que respondemos al valor que polariza
todos los demás y respondemos de los frutos de tal respuesta. Esta recepción
activa del valor es una actividad creativa. Y toda forma de creatividad es
dual, implica al menos la colaboración de dos realidades. Por eso, exige una
actitud de apertura desinteresada. Si atiendo en exclusiva a mis intereses, me
bloqueo en mí mismo, no me abro, ciego las fuentes de la creatividad y del
sentido. De ahí que, si quiero descubrir el sentido de mi existencia en un
momento determinado, no debo preguntar qué partido le puedo sacar a la vida,
sino qué solicita de mí la vida en esa circunstancia.
Si alguien
espera algo de mí y yo satisfago sus deseos, mi vida se carga de sentido, pues
se ha orientado hacia el verdadero ideal; se ha puesto en verdad, ya que se ha
movido en el plano de la creatividad y ha cumplido las leyes del crecimiento
personal. A la inversa, el que sólo se preocupa de lo que puedan reportarle los
seres del entorno, tiende a reducirlos a medios para sus fines, con lo cual los
rebaja a condición de objetos y hace inviable la actividad creativa. En consecuencia,
vacía su vida de sentido, porque no funda encuentros ni crea nuevos ámbitos de
vida; se reduce a manipular objetos. Sitúa su vida en un plano inferior al
debido, se aleja de su verdad existencial, agosta su capacidad creadora. Así,
el que confunde el /amor personal con el mero erotismo corre peligro de reducir
la otra persona a mera fuente de gratificaciones.
Esta vida de
relación interesada puede tener un significado intenso, incluso conmovedor,
pero carece de sentido, por la razón decisiva de que no sitúa su comportamiento
en el plano de la creatividad, sino en el del manejo arbitrario de una realidad
gratificante. Esta falta de autenticidad y ajuste a las condiciones del propio
ser, se traduce en mengua de sentido. El sentido de la vida humana es
acrecentado por la actitud integradora de diversos planos de realidad: por
ejemplo, el sensible-corpóreo y el espiritual, el objetivo y el subjetivo. Es
amenguado, o incluso anulado del todo, por la actitud reduccionista que se
mueve exclusivamente en los niveles más elementales de realidad y actividad.
Cuando me dejo llevar por los valores inferiores, que arrastran, y dejo de lado
la llamada de los valores superiores, que atraen respetando mi libertad, no
actúo de forma integradora, sino unidimensional, infracreadora. No cargo mi
vida de sentido; la oriento en una dirección falsa.
IV. EL
SENTIDO Y LA ARMONIZACIÓN DE AUTONOMÍA Y HETERONOMÍA: Cuando uno
adopta una actitud integradora y se abre al encuentro de realidades vistas como
ámbitos, crea con estas un campo de juego común, en el cual las relaciones
espaciales aquí-ahí, dentro fuera, interior-exterior, lo propio-lo ajeno...
quedan felizmente superadas. En el aspecto físico-corpóreo, dos amigos están el
uno fuera del otro, porque dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar. Pero,
en el aspecto lúdico-creador, se hallan en la intimidad de un mismo campo de
interacción. Lo que les viene de fuera ya no es necesariamente externo y ajeno;
puede serles íntimo. Y el entregarse a ello, o tomarlo como impulso de su
obrar, no supone una entrega a lo ajeno, por tanto una alienación o
enajenación, que carece de sentido en un ser llamado a regirse autónomamente.
Al vivir de modo creativo, el esquema autonomía-heteronomía deja de aparecer
como un dilema, para presentarse como un contraste. Soy de verdad autónomo al
ser heterónomo. Me guío por criterios propios al asumir activamente criterios
de acción fecundos para mi vida y convertirlos en íntimos, sin dejar de ser
distintos. Al vivir uno personalmente esta integración de la autonomía y la
heteronomía, se siente plenificado, colmado, desbordante de sentido.
Algo
semejante cabe decir de la fecundación mutua de la /libertad y las normas. Si
acepto de forma pasiva una norma o un precepto, no los convierto en íntimos; siguen
siendo externos, extraños y ajenos, y, al dejarme guiar por ellos, me alieno y
pierdo mi identidad personal, mi autenticidad. No actúo con la debida autonomía
e independencia. Mi vida pierde el carácter personal que le compete. No tiene
sentido. Está rebajada de rango, envilecida. No se halla en la verdad, sino en
la falsedad. Ahora comprendemos lúcidamente que el sinsentido o absurdo procede
siempre de la falta de creatividad, y esta arranca de un error de principio:
partir de una voluntad interesada de dominio, reducir los seres del entorno a
meros objetos y limitar la actividad al manejo de realidades objetivas o
reducidas a objetos.
La
Literatura del absurdo supo reflejar con crudeza sobrecogedora la imagen
depauperada que ofrece el hombre que ha descendido casi al grado cero de
creatividad: en vez de entusiasmo, siente aburrimiento y tedio; en lugar de
alegría, experimenta tristeza; en vez de esperanza, abriga desesperación. Su
vida aparece totalmente vacía, y, al asomarse a esta oquedad, siente vértigo
espiritual, y con él angustia, desesperación, y una desolada soledad. Este
vacío angustioso y desesperado supone una falta absoluta de sentido. No sin
profunda razón afirman hoy reputados psiquiatras -como V. Frankl y la
logoterapia- que el vacío existencial es la causa más frecuente de los
desarreglos psíquicos del hombre actual.
V. ¿TIENE
SENTIDO LA VIDA? Formulada así, de modo general, esta pregunta no
admite una respuesta convincente. El sentido brota merced a la actividad
creativa, y los seres humanos sólo somos creativos en cada situación concreta.
Alguien sufre un accidente, y tú te revelas al ver su mutilación. Tu irritación
te lleva a pensar que la vida carece de sentido. No pierdas el tiempo en hacer
consideraciones generales sobre la vida. Ponte a ayudar a ese ser menesteroso,
y verás cómo vuestras vidas concretas se van llenando de sentido. En el
encuentro, el sentido se hace palpable, denso, sugerente, reconfortante. Para
captar el sentido, más allá del significado, hay que ampliar el horizonte
vital: los criterios de interpretación de la vida, las pautas de conducta, las
perspectivas desde las que podemos contemplar nuestra existencia y sus
avatares.
Cuando se
sintió abatido hasta la muerte por la tragedia de la sordera, Beethoven recomendó
a su hermano Carlos, en su testamento de Heiligenstadt, que no dejase de
practicar la virtud, pues gracias a ella había superado la tentación de
recurrir al suicidio. Por virtud entendía Beethoven la defensa de la libertad
de los demás, la entrega al servicio del necesitado (Fidelio), la fidelidad a
las raíces últimas del ser, que radican en "el Padre amoroso que se halla
por encima de la carpa de las nubes"2; en definitiva: la solidaridad
humana en todas las vertientes de la vida. Esta actitud acogedora suscita la
honda alegría que nos eleva a cimas inigualadas en el último tiempo de la
Novena Sinfonía. Según Bergson, la alegría "anuncia siempre que la vida ha
triunfado, que ha ganado terreno, que ha reportado una victoria; toda gran alegría
tiene un acento triunfal".
VI. EL
SENTIDO SE ALUMBRA A TRAVÉS DEL RIESGO DE LA CREATIVIDAD: La creación
de formas muy valiosas de unidad exige esfuerzo e implica riesgo, ya que para
encontrarnos debemos abrirnos a los demás de forma generosa, confiada y
sincera, y esta actitud puede no ser correspondida, e incluso traicionada. De
ahí la tentación de buscar el amparo y la paz interiores en modos de vida
infrapersonales, infracreadores, infrarresponsables, que no son capaces de
encuentro, pero tampoco de lucha programada. Desde la I Guerra Mundial se
advierte en Europa un sentimiento de nostalgia por los estratos de ser
infrahumanos. Se añora la soledad del árbol (Calígula, de A. Camus);
Estos
intentos de vivir la vida con plenitud, pero sin riesgo, llevan en sí la
garantía del fracaso, porque el ser humano está configurado para el encuentro
con las realidades del entorno, no para la fusión o el alejamiento. Si me
fusiono embriagadoramente, me pierdo como persona. Es la estación término del
vértigo de la ambición de disfrutar. Si me alejo para dominar, bloqueo mi
desarrollo personal. Es la última fase del vértigo de la ambición de poseer. En
ambos casos, mi situación de desamparo espiritual se hace extrema. Si bajamos
al nivel del animal, no logramos la peculiar forma de paz de quienes no
necesitan programar su existencia porque sus instintos aseguran su ajuste al
entorno y su pervivencia. El hombre no es un ser que tenga las características
del animal y otras específicas, de modo que, abandonadas estas, adquiera la condición
de un mero ser de instintos y reflejos condicionados. El hombre nunca puede
renunciar a su condición inteligente, aunque su actividad creadora se halle
bordeando el grado cero. Por el hecho de no ejercitar la capacidad de elegir en
virtud de un ideal y asumir valores elevados, el hombre no adquiere instintos
seguros, instintos que aseguran su existencia.
Sus
instintos o tendencias no están de por sí orientados hacia la meta que marca el
pleno logro del hombre. Se hallan indeterminados, de modo que pueden conducir
al pleno desarrollo de la persona o a su asfixia total.
En aparente
paradoja, la única vía que se ofrece al hombre para lograr amparo es
despreocuparse de dominar la situación y adoptar una actitud de entrega
confiada. A través del riesgo que ello implica, puede, en algunos casos, lograr
el auténtico encuentro; y, en él, la plenitud de sentido. Esta se alcanza
únicamente mediante la integración de todas las energías que alberga el ser
humano, no mediante la renuncia a las más elevadas y exigentes. Cuando el
hombre supera la escisión interior e integra los distintos planos de realidad
que confluyen en su ser, vive una experiencia sobremanera gozosa: descubre
nítidamente las posibilidades eminentes que le abre la unidad, y siente que su
vida adquiere una dimensión inédita, una profundidad insospechada. Este modo
profundo de ver y sentir la vida entraña una plenitud de sentido.
VII. EL
LOGRO DE LA FORMA SUPREMA DE SENTIDO: Si una persona amplía su
horizonte humano en dirección al Infinito, confiere un rango nuevo y superior
al sentido de su vida. Esta experiencia excepcional de sentido la realizamos
cuando respondemos activamente a la palabra que nos trae un mensaje de riqueza
sobrehumana y fundamos una relación de encuentro con el /Absoluto. El que haya
vivido esta experiencia al menos una vez en la vida verá su existencia
enriquecida con ese horizonte de sentido, que lo invitará constantemente a
superar toda realización precaria de sí mismo y llevar a pleno desarrollo su
vocación y su misión.
Ese
horizonte supremo viene dado por la fe religiosa, entendida radicalmente no
sólo como un frío asentimiento intelectual a ciertos dogmas, sino como la
adhesión personal al Ser Supremo. El encuentro con la forma de realidad
absolutamente perfecta eleva al hombre a lo mejor de sí mismo, al máximo
despliegue de sus aspiraciones más nobles, y le produce sentimientos de
entusiasmo y felicidad plena. Con razón afirma S. Kierkegaard, en su obra
programática La enfermedad mortal, que "el antídoto de la desesperación es
la fe". Esta implica entrega, vinculación, amor. Aquella supone un
encapsulamiento egoísta en sí mismo y la ruptura de todo vínculo amoroso. La
fe, vinculada a la confianza y la fidelidad, está en la base del proceso
creador de encuentros que suelo denominar éxtasis.
La
desesperación es la fase del proceso de vértigo que precede a la destrucción de
la propia personalidad. Responder activamente a toda invitación al /encuentro,
es condición ineludible para conferir sentido pleno a la vida, a la propia e
incluso a la de otras personas, que están llamadas a dejar de sernos extrañas y
convertirse en íntimas. Ese paso se da en la experiencia de participación. Al
participar, el hombre se trasciende a sí mismo y descubre que "lo más
profundo que hay en mí no procede de mí" (G. Marcel). El hombre alcanza su
sentido cabal (plenificación) cuando orienta su vida en el sentido (dirección)
que marcan las condiciones de la actividad participativa. Aprender a
participar, en el pleno sentido de la palabra, es la meta de toda formación
humana auténtica. Al hombre no le viene dado de antemano el sentido de su
propia existencia, como un objeto que pueda ser poseído y retenido. El sentido
constituye, así, para el hombre una meta y una tarea siempre renovada, un reto
que lo insta a trascender en cada momento los hitos ya alcanzados.
A. López Quintás, El sentido de la Vida En M. Moreno Villa (dir), Diccionario de
Pensamiento Contemporáneo, San Pablo, Madrid, 1997
Actividades
a. Tomar nota en el cuaderno de
las ideas más importantes y elaborar un mapa conceptual.
b. Elabore un collage partiendo
de la frase: El sentido
de nuestra vida brota cuando somos responsables (grupos de 3 estudiantes).
c. De las siguientes preguntas
y afirmaciones, elija una y prepare una exposición lo más creativa posible
(Grupos de 3 estudiantes).
1. ¿Tiene sentido la vida?
2. ¿Ser responsable, ayuda a dar sentido a mi vida?
3. El S. V., está determinado
por la calidad de mis relaciones con la realidad y las personas que me rodean.
4. ¿En qué sentido la creatividad le da sentido a mi vida?
5. El vacío existencial es una de las
enfermedades más graves de los hombres y mujeres de este siglo.
Para esto
tengamos en cuenta:
- Duración de la exposición: 10
minutos.
- Uso de recursos audiovisuales
(preparar con anticipación si los vamos a utilizar)
- Se realizará dentro del mismo espacio (salón
o aula multi activa, según se defina).
- Elaboramos una presentación
escrita para que sea nuestra evidencia ante el profesor.
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